De rojo va caminando bajo la lluvia,
sola… bajo la lluvia y de rojo,
su camisa ajustada al cuerpo,
con dos pinzas por la espalda
para recordarle a los curiosos
que son demasiado normales.
Caminar lento y acompasado,
furtivo por momentos.
La marica sin miedos,
(porque ya los perdió a fuerza de subsistencia)
atraviesa la ciudad sin problemas,
por los suburbios que oscuros
dejan ver solo contornos
de calles que conducen a los antros del deseo,
allí donde las dos pinzas de la camisa,
son el arma erótica para los chongos que salen a su paso.
Un pantalón chupín, que un poco corroído por el tiempo
delinea los contornos de sus muslos hasta llegar a su
cintura.
Así se muestra para los demás, mientras pide una birra o un
fernet.
Se vuelve hacia lascivos varoncitos que la miran deseosos.
Camina, pasea, da una vuelta.
De repente mira fijo hacia el baño,
la luz tenue, casi inexistente
deja ver rápidamente la silueta de alguien
de cuerpo esbelto, de cabellos rizados.
Se aproxima hasta quedarse a su lado,
saca un porro y lo enciende,
le convida a Julia, se besan,
entran al baño y al salir,
las risas se pierden entre el pasillo
que conduce a las calles de la ciudad.
La noche es más noche allí afuera,
las dos se toman de la mano
y avanzan hacia la esquina.
Se pierden a lo lejos,
casi como se perdió el pasado de cada una,
libres andan por la ciudad, celebrándose.