¿es amarga mi mirada de dolor,
honda mi tristeza y mi desolación?
¿puedo, acaso, sin desesperaciones,
recuperar la memoria anclada en un recuerdo oscuro,
lleno de sinsabores y desencantos?
¿es válido y legítimo que mire,
que penetre con mis fantasías húmedas,
tus labios cuyas comisuras,
húmedas también como mis fantasías,
se rosan, resbalan, se yuxtaponen?
¿puede acaso alguien poner en duda mi estar,
mi estar aquí y ahora, mi materia, mis deseos más íntimos,
las construcciones que de la soledad me habitan?
¿es un mandato, quizá, suponer que finalmente,
después de esfuerzos personales y colectivos,
de disputas definitorias, de resistencias, de organización,
la sensación de no poder avanzar nos amenaza,
no saber hacia dónde ir, si huir o enfrentar lo que no
conocemos,
nos vulnera, nos frustra, nos hunde en el olvido?
¿es, por sobre todo, el deseo reprimido,
que da vueltas en mi cuerpo,
ese deseo de tocarte, de meter mi lengua en tu boca,
para que tus palabras llenas de revolución me sacien,
el que no deja sentirme feliz, o al menos tranquilo?
¿puede acaso tu olor y tu piel de macho,
dominar mi subversión sexual, mi género?
¿tu mirada y tu sonrisa rojas de deseo,
son las que logran, cuando te veo, con tu remera,
dejando ver los antebrazos y en sus vaivenes el vello de tus
axilas,
las que sostienen esta locura húmeda, platónica, casi
homófoba?
¿quién puede, sin pensar en la humedad de tu pene entre mis
muslos,
acaso, definir, sostener o juzgar, después de haber salido
del baño de varones,
que mi pensamiento es autodestructivo, contrario a mis
principios, a mi ideología?
¿no es posible, entonces, que tu mirada lasciva, cargada de
ira y semen,
y mi sonrisa de ingenuidad construida, te caliente,
aun sabiendo que nunca te atreverás a introducir en mí,
tu dedo sediento de calor carnal, deseoso de jugar a entrar
y salir,
que despierte tus instintos más sexuales,
tu necesidad de abrir con tu lengua mis palabras?
¿podemos, sin embargo, ser revolucionari*s como el resto,
sostenernos en la disciplina heteronormada, blanca,
monógama?
¿es, finalmente tu mirada y la mía las que se cruzan,
o es el Estado y la
Revolución lo que nos une,
o, más exactamente, la idea de saber que en nuestro
socialismo,
tu cuerpo con el mío pasaran a ser uno, en la noche de la
liberación definitiva?