¿Eres, acaso, en la soledad de mis palabras
una sombra que vuelve eternamente?
Dejas en mis labios, amargo sabor a muerte,
amargo y dulce sabor a demencia.
¿Conoces de mi angustia las noches de tristeza,
las bífidas lágrimas que el dolor deja caer sobre mi rostro?
¿Puedes, aún con dificultades advertir en mi letargo,
frío, fétido y amorfo, un pasado de placeres y deseos?
¿Deseas el sexo como yo?
¿Tomas de mí el néctar de oscuros amaneceres silencioso?
¿Manan de tu hueco bocas hambrientas,
rapaces y famélicos deseos?
¿Silencian tu boca como a mis palabras
los falsos dueños de las falsas verdades?
Pide un deseo aunque sea pequeño
o aunque parezca inalcanzable.
¿Mientes al decir con tus palabras que estas aquí,
al pronunciar con tu boca los secretos de mi garganta?
¿Sueñas al decir revolución, al contemplar con tu mirada mis
delirios?
¿Sueñas que tu ideología podría desnudarse,
masturbarse, ser penetrada por un aliado?
¿Crees que la revolución nos hará libres,
a pesar de los tacos y polleras,
aun cuando remplacemos escarapelas,
por rosas rococó sin estrellas rojas?
¿Sueñas con que esa revolución nos dejará besarnos en la
boca,
en medio de las plazas y veredas, frente a la vírgenes que
abortan,
frente a los curas sin subsidios para sus reservas?
¿Sonríes cuando imaginas al comandante entre tus brazos,
trémulo, silencioso, oculto entre sus miedos y tu cuerpo,
deseoso de besar en
tu boca revolucionaria,
esas palabras de esperanzas combativas y llenas de libertad?
Besa mi rebeldía y lléname de mariposas rosadas,
besa mi ideología y humedece con tu sudor ardiente,
mi boca abierta, presta a gritar revolución en cada triunfo,
llena de ira como mis ojos, que en cada mirada fulmina al
enemigo que nos acecha.