lunes, 26 de enero de 2015

A Pedro Lemebel

Alta como las mejores escritoras,
grande como la estrella rosa de las maricas,
como la que te guió en la revolución de américa latina,
rosa y grande como nuestra putes.

Suave y dulce como marica encantada,
frágil pero fuerte en tus calles abandonadas,
chilena loca, latinoamericana,
militante de las putas y peteras excomulgadas.

En tus palabras escritas y recitadas,
dices quien eres y no niegas nada,
quiero arrullarme entre tu boca lastimada,
y decir revolución desde tu garganta emancipada.

Cierras tus ojos caídos, tristes, pero vivos,
que te mostraron la realidad de un Chile en sangre,
de tu marxismo maricón, de tus certezas libertarias,
de tus machos chilenos que atravesaste como espada.

Política y marica, referente de nuestras esperanzas,
pondremos como vos el culo a nuestras luchas,
el culo a los zurdos comunistas moralistas,
voz a tus palabras de mariposa liberada.

Hasta la victoria siempre compañera,
hasta tus revolucionarias palabras y las mías,
hasta siempre escritora política marica,
hasta vencer o morir contra el capital patriarcal y machista.

martes, 6 de enero de 2015

Una terminal y una tetera



Quien diera a tus deseos más oscuros,
la clandestinidad tan necesaria,
la boca a tus  falocéntricos vaivenes,
los muslos abiertos como flor a tu boca salivada.

Cómo pudiera la mano  que sostiene,
como una rienda corta y apretada,
en mi nuca a mis cabellos transpirados,
hundirse en el oscuro hueco abierto a tu mirada.

De qué forma se erecta tu sexo húmedo,
tu viril sexo mojado en mis palabras,
cómo pronunciar un grito de triunfo,
ante el estallido total de mi garganta.

Por qué colar entre tus dedos mis sentidos,
 en tu saliva gustar la libertad mientras respiro,
por qué de cada una de mis vertebras
solicitas la posición más curva en la tetera.

Quién hubiera pensado que algún día,
así salvaje y vertiginosa como mi vida,
fuera a tener entre mis labios tu tesoro,
y sobre mi lengua el rose de tus carnes prestas.

¡Qué goce tanta hambre! ¡Qué goce tanta lengua!
que placer sentir tu voz mientras callas la mía con tu sexo,
mientras miras como entran y salen de mi garganta,
palabras apretadas, suturas que no cierran.

Quién pudiera pensar que en esta tarde,
densa como mis días en estas pampas secas,
hubiera yo entrado en la tetera y vos,
como una fiera en celo sobre mí vuelcas el néctar.

Como te vas ahora, como te fuiste entonces,
como he podido decidir volver a ser yo aquí,
volver a percibir tu fálica presencia entre mis piernas,
tu pene dentro mio como arma de guerra.

Húmeda, liquida, olorosa y tensa,
flácida, más liquida, más olorosa y espesa,
le diste a mis palabras esa letra que inserta,
entre mis labios dice los pecados de una terminal desierta.