El rocío humedeció mis labios,
nada volvió a ser lo mismo,
yo era otra
con mi piel mojada.
Él caminó hasta la casa,
entró,
cerró sus puertas
y no volvió hacia la ventana.
El olor de la tarde
sabía a tierra mojada,
cada tanto…
aroma de madreselvas
que traía el río.
Pude gritar,
preferí la comprensión del silencio,
caminé hasta la piedra,
lloré en soledad.
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